15 diciembre 2011

A book in a life

Por diversos motivos que van más allá de lo que pueda explicar de forma racional, últimamente he tenido más en mente de lo habitual, mi propia adolescencia, el proceso literario de la adolescencia y las representaciones de la adolescencia en la literatura.

Es quizás uno de los temas más interesantes y más ricos de la literatura. No únicamente porque existe un nombre para referirse a las novelas que se dedican a ella, las 'bildungsroman', es decir, las novelas de crecimiento (y por crecimiento también podemos interpretar transformación y con ello, aprendizaje, uno de los principales motivos del viaje de un héroe literario) si no porque el proceso de "definición" que supone, como si fuera el punto de partida del hombre o mujer que será. La adolescencia es en si un gran mundo aparte, con sus propias reglas, acciones y limitaciones (en el sentido de encontrarlas), pero sin el cual nuestras mentes no serían como son.


Por los mismos motivos es también la perfecta herramienta para crear un personaje;
"He was seventeen when the adventures began: bigmouthed, perhaps not as quick on his feet as he liked to imagine, and tending to be, as many optimists, a little excitable. [...] His face was arranged like an inverted triangle, brow large, chin pointed, with pouting lips and a blunt, quarrelsom nose. He slouched, and wore clothes badly: he alwasy looked as though he had just been jumped for his lunch money. He went forward each morning with the hairless cheek of innocence itself, but by noon a clean shave was no more than a memory, a hoboish penumbra on the jaw not quite sufficient to make him look tough. [...] his arms, chest, and shoulders were ropy and strong; polio had left him with the legs of a delicate boy. He stood, in his socks, five feet, five inches tall. Like all his friends, he considered it a compliment when somebody called him a wiseass. He possessed an incorrect but fervent understanding of the workings of television, atom power, and antigravity, and harbored the ambition - one of thousand - of ending his days on the warm sunny beaches of the Great Polar Ocean of Venus. An omnivorous reader with a self-improving streak, cozy with Stevenson, London, and Wells, dutiful about Wolfe, Dreiser, and Dos Passos, idolatrous of S.J.Perelman, his self-improvement regime masked the ususal guilty appetite. In his case the covert passion - one of them, at any rate - was for those two-bit argosies of blood and wonder, the pulps. He had tracked down and read every biweekly issue of The Shadow going back to 1933, and he was well on his way to amassing complete runs of The Avenger and Doc Savage."
The Amazing Adventures of Kavalier and Clay de Michael Chabon

No se si sería capaz de re-crear mi adolescencia de la misma manera, pero estoy segura que podría hacer algo parecido, es decir, crear una imagen del tipo de adolescente que era, recurriendo a la descripción de los libros que más recuerdo de aquellos años. ¿Sería una descripción auténtica? En parte estoy convencida de que si; por otra parte, seguro que no diría nada del tipo de cría que era.

¿Recordáis vosotros lecturas de vuestra adolescencia? Y me refiero especialmente a la adolescencia pues esos años todo es el triple de intenso, pero la pregunta se puede extrapolar al resto de vuestra historia como lectores. Con ello no me refiero a libros "que nos han cambiado la vida", si no como dice Franz Kafka:
I think we ought to read only the kind of books that wound or stab us. If the book we're reading doesn't wake us up with a blow to the head, what are we reading for? So that it will make us happy, as you write? Good Lord, we would be happy precisely if we had no books, and the kind of books that make us happy are the kind we could write ourselves if we had to. But we need books that affect us like a disaster, that grieve us deeply, like the death of someone we loved more than ourselves, like being banished into forests far from everyone, like a suicide. A book must be the axe for the frozen sea within us. That is my belief.”  
Franz Kafka

Es difícil no tomar lo que dice Kafka como cátedra, pues acostumbra a tener razón, pero tampoco hay que pasarse. Ser perezoso es siempre la solución fácil y no caer en esa trampa es importante, pero es imposible estar siempre tan al 100%. Aunque seguro que los libros que la mayoría recordamos son los que nos han retado a pensar, los que nos han dado ese golpe en la cabeza...



(continuará)


[Foto © Ralph Morse, Via Life Archives]
[Idea completamente robada de Miss Winnifred y sus Pequeños Escaparates 1, 2]

2 comentarios:

  1. Yo sobre mi adolescencia prefiero correr un estúpido velo, aunque sí recuerdo algunas lecturas: Orwell, Dostoievski, Golding, y mucha literatura del boom.
    No sé si los libros que leímos en esos años son los que más nos marcan, pero sí son los que más se nos quedan en la memoria. Todavía recuerdo vívidamente escenas de esos libros que leí hace tropocientos años, y nombres de los personajes, ¡y hasta cómo acaban las historias! De los libros que leo ahora, y por mucho que me gusten, soy incapaz de recordar los nombres de los personajes, y muchas veces olvido cómo acaban, y sólo me quedo con las sensaciones que me produce la lectura.
    Cuando uno lee de mayor, compara lo leído con lecturas anteriores, con su experiencia en la vida, y a menudo lee "para aprender" (a diferencia, esto último, del adolescente que lee de manera compulsiva; un adulto lee un determinado libro porque le interesa el tema; un adolescente a menudo no sabe ni por qué). Con la edad adulta, además, de esas virginidad del tablero de las lecturas en blanco, perdemos la paciencia con más facilidad. De jóvenes leímos muchos tochos hasta el final, por una especie de orgullo y amor propio que, afortunadamente (no todo iba a ser malo al crecer) perdemos con el tiempo.
    En fin, que es un tema muy interesante y da para enrollarse un buen rato.
    Saludos.

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  2. XD a veces, lo mejor de la adolescencia es que ya la hemos pasado. Pero no recuerdo nada tan intensamente como las lecturas de entonces, como tu bien dices. En ocasiones tengo la sensación de estar buscando en mis lecturas como adulta una elusiva sensación que solo logré alcanzar entonces... cuando carecía de la habilidad y la educación para entender de lo que leía. Ironías de la vida, no?

    Yo te acompañaría con Orwell y la literatura del boom, pero añadiría a Verne, Austen y a Maalouf, entre otros.

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